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Recuerdo la niñez de un niño
que recién miraba la claridad del sol
en una habitación de sombras misteriosas.
La veía en el ocaso de la noche
caminando por un sendero oculto
que apenas dejaba entrever
la alborada incierta.
Era una niñez solitaria
recreando un mundo
y jugando con él
como si fuera Dios.
Cuando la niñez aparentaba irse
el mundo no era la imaginación vivida,
sino de algo diferente a la infantilidad del sueño.
Entonces el hombre despertaba incrédulo
y quería volver trizas la claridad inmensa,
para forjar en un sueño la fantasía del niño.
que recién miraba la claridad del sol
en una habitación de sombras misteriosas.
La veía en el ocaso de la noche
caminando por un sendero oculto
que apenas dejaba entrever
la alborada incierta.
Era una niñez solitaria
recreando un mundo
y jugando con él
como si fuera Dios.
Cuando la niñez aparentaba irse
el mundo no era la imaginación vivida,
sino de algo diferente a la infantilidad del sueño.
Entonces el hombre despertaba incrédulo
y quería volver trizas la claridad inmensa,
para forjar en un sueño la fantasía del niño.
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